El reto en ésta ocasión fue adelantar un poco el reloj usando muy pocas palabras, aunque pertenece al ciclo de los dos relatos anteriores.
La imagen de la luz titilaba
sobre la mesa, un toque romántico de antaño que ninguno de los invitados
deseaba señalar. El apartamento en sí estaba lleno de detalles antiguos, lo
propio de una mujer amante del pasado, agarrada a recuerdos que no son suyos
porque ni siquiera vivió la época en la que se usaban. Las caras largas de
algunos, principalmente las nueras y el novio de la hija menor, demostraban la
incomodidad social que se generaba al tener que realizar en grupo una función
tan básica y personal: alimentarse. Ya era extraño tener que reunirse para
comer como para además tener que llevar las masas saborizadas a la boca con sus
propias manos, en lugar de conectarse a los microtúbulos. Sin embargo, los
hijos le seguían el juego arrastrando tras de sí a sus parejas, porque
entendían la situación de la madre. Luego de la muerte de su más reciente
esposo tenía que dejar de asistir a eventos por un tiempo prudencial, dos meses
solares era lo acostumbrado, que se le harían una pequeña eternidad sin tener
acceso a las diversiones carnales, a los eventos públicos, y ni siquiera a la
estimulación electroneuronal.
-
Un encuentro directo así, con gente que no es de
la familia ¡nos va a llenar de infecciones! –le dijo Drian a su esposo un
instante antes de iniciar la presurización previa al lanzamiento.
-
Ya te dije que son de la familia. Además
revisamos los registros médicos de los otros cinco asistentes como si fuera una
reunión cualquiera.
-
¿Por qué tienes que mantener el vínculo con esa
señora, Cos? ¿Es por haber crecido junto a ella, como hacían antes?
-
No lo vamos a discutir. Hay ciertos aspectos que
no comprendes y no quiero volverlos tema de conversación.
Los invitados compartían más o
menos la misma indisposición, y mantenían la mirada concentrada en el
recipiente de las masas, sin atrever a verse los unos a los otros. No es que no
fueran sociables, tenían que asistir con frecuencia a encuentros en persona de
forma regular en sus trabajos, pero las condiciones eran diferentes: se
establecía un tema, se trataba, se conocía el ritual para la autoestimulación
neuronal y luego podían realizar el lanzamiento de vuelta a casa en pocos
minutos solares.
Ni siquiera los comienzos de las
relaciones eran tan tensos. Con el perfeccionamiento del esculpido corporal, se
realizaba una exploración 6D de la lista de posibles candidatos y siempre se
encontraba exactamente lo que se buscaba. Era un asunto de criterio, de probar
y saber qué se quería, y en el momento de conocerse se pasaba a disfrutar de la
nueva adquisición. Así se encontraban Mar, la hija menor, y su novio, quien no
estuvo en desacuerdo de recrear costumbres antiguas, al menos cuando Mar se lo
propuso. Hasta ese momento no había pronunciado otra palabra que el saludo. La
madre se llevó un líquido burbujeante hasta la boca y se lo acabó en un solo
intento.
En cuestión de segundos
finalizaron lo que había en sus platos. Los protectores dentales pertenecientes
a la época de cuando la gente no podía acostumbrarse a los microtúbulos, hacían
que el proceso fuera incómodo. Uno de los hijos estuvo a punto de atragantarse
y su esposa tuvo que ayudarlo ¡con sus propias manos! Si no existiera ese
enfermizo lazo entre estos hijos y su madre, sin duda se hubieran ido mucho
tiempo antes de ese espectáculo.
La madre empezó a mirarlos uno a
uno, esperando que hicieran algún comentario. Soñaba con escuchar todos esos
halagos y palabras amables que había visto en películas (así se llamaban las
historias contadas a través de estímulos visuales y auditivos únicamente) en
las que mostraban este tipo de reuniones. Pero nadie dijo nada. Durante un
momento el hijo mayor fue capaz de mirarla a los ojos, y ella creyó intuir el
intento de agradecimiento por su esfuerzo, por todo su trabajo. Sin embargo él
sólo estaba buscando la manera correcta de decirle que se retiraría con su
esposa, aunque al final no tuvo el valor suficiente.
Inmóviles, los hijos y sus
parejas esperaban el momento en el que el primero se decidiera a hacer el
lanzamiento para seguirlo. Un resoplido de Drián delató su desequilibrio
emocional. En otra circunstancia, los sistemas de regulación emocional del
ambiente hubieran administrado una pequeña dosis electroquímica para facilitar
que retomara el control de la situación, pero la madre, intentando emular el
pasado, había desactivado esos sistemas antes de recibirlos. El instante
parecía no terminar y Drian pasó del fastidio a la mortificación.
- ¿Alguien desea un poco más?
- ...
-
¿Han recibido la información acerca de algún
evento musical últimamente? El tiempo del luto pasa muy despacio y me obliga a
estar separada del contacto comercial. ¿De qué me voy a perder?
El silencio se mantuvo como una
orden marcial, y las miradas seguían rehuyendo hacia la mesa, a pesar de que ya
no había nada en los recipientes. El novio de Mar miraba la representación de
la vela aunque le producía aburrimiento, porque al menos se movía.
-
¿Te gusta? –continuó la madre-. Se llama vela.
Servían para iluminar a través de la combustión controlada.
Ni siquiera un comentario tan
escandaloso como el del uso del fuego de forma arriesgada logró sacar una
palabra a los invitados. Estaban demasiado temerosos como para salir, pero no
se quitaban de la cabeza la facilidad de activar el lanzamiento que los llevara
a casa con sólo mencionarlo. Se sentían inseguros al saber que no tenían el
apoyo electroquímico emocional, tan útil en estos momentos de alta presión.
-
¿No tienen nada que decir? –prorrumpió la madre en
un tono de voz más elevado que el natural?- ¿Pueden al menos comentar algo
sobre la decoración? Todo el tiempo que me gasté preparando todo para
sorprenderlos, todos los créditos que tuve que invertir para conseguir estos
artículos que no están ni en el museo Will ni en el Rup, y se quedan callados.
Más me valía dejarlos a su suerte como los otros niños, no tener que escuchar
sus llantos ni ver cómo el sistema limpiaba sus porquerías. –La madre había
empezado a sollozar mientras declamaba su perorata y, parecería que fuera a
llorar. Eso sería el final más trágico para el encuentro: tener que presenciar
lágrimas reales, sin ningún muerto de por medio. Su respiración estaba muy
acelerada y, de haberla observado, cualquiera hubiera visto la inmunda contorsión
que tenía en el rostro-. No vale la pena, en lugar de quedarme conectada al
sistema todo el día tuve que preocuparme por ustedes, por que tuvieran la
experiencia única con las masas… Ya no se sabe qué es peor: tener que esperar
un nuevo esposo o pasar el tiempo con ustedes, que no saben ni agradecer.
Nunca, nunca más los vuelvo a recibir en esta casa.
Al oír estas últimas palabras,
Cos comprendió que el interés de su madre era ofenderlos. Sintió un alivio que
disimuló fácilmente, porque comprendió que era la mejor señal para partir. Se
puso de pie y mientras pronunciaba la palabra Casa, miró a su esposa para indicarle que lo siguiera. No pasó
mucho tiempo antes de que los demás hicieran lo mismo.
La madre sintió humedad en los
ojos y dejó de ver con claridad. Conocía la sensación porque hace muchos años
la había sentido, pero jamás imaginó que este episodio pudiera llevarla al
llanto. Sin embargo, sus pensamientos seguían circulando por los mismos
caminos. No podía creer que nadie hubiera alabado sus habilidades culinarias,
cuando las masas habían sido fruto de su trabajo y una estimulación única para
los sentidos. En verdad se había esforzado para darle la orden verbal exacta al
sistema, para que creara unas masas inolvidables. Y así lo serían.