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JUST IN CASE



JUST IN CASE

Viendo desde acá la suave peludez de tu bigote feminil y la angustiosa cachetidad de tus nalgas, decidí desplazar la barrera física que era mi maleta entre nosotros. Esperando que el vaivén del bus te acercara a mí como la marea, para anclar en tu puerto en primavera, sentí la atracción de nuestros cuerpos al chocar: Oh, súbita y excitante sensación, qué dulce y tibia erección se elevó hacia ti, qué manera de acoplar nuestras entrepiernas. Pensé que tal vez me decidiría a hablar, cuando vi tu espalda estremecerse y el pequeño giro de tu cabeza con el que conocí tus ojos asustados o curiosos, que quizás querían descubrir si nuestro encuentro fue casual. Al final no salió palabra de mi garganta, invadida del olor que despedía tu pelo, pero sí me atreví a acercarme nuevamente, deliciosa desconocida, y a rozar con la punta de mi emoción junto en la rayita divisoria de tus pasiones.

El bus frenó violentamente, con lo que pude profundizar nuestro encuentro, aprovechando un doloroso golpeteo triple que fue a terminar contra tu bolso. ¡Qué infortunio! Has de haberme tomado por un pervertido, y te alejaste mirando en mi dirección con desconfianza.

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Hubiera sido tal vez otro largo viaje, la incómoda costumbre del dolor de piernas, el fuerte olor a falta de baño de los otros pasajeros, (de los dos baños), el sopor de la tarde que termina y la lenta lentísima sensación de que la vida se escapa mientras que el bus sigue arrastrándose con pereza, avanzando poquito, de no ser por los súbitos arranques que movían a los pasajeros de lado a lado, yo casi sin poder tenerme, cuando sentí un roce inesperado en medio de las nalgas, un objeto delicado y firme que se abría paso atropelladamente hacia mis rincones. Dejé de sentirlo en otro movimiento y al mirar, no encontré detrás de mí más que a un adolescente tardío que no ha de ser capaz de tener un acercamiento tan varonil, un miembro tan prominente, una personalidad tan definida, así que volví mi vista hacia el camino, despejado ahora, que permitió que el bus retomara su ritmo con un aceleramiento compulsivo.

De nuevo lo sentí, ésta vez más violento y repetido, y tuve la imagen de un macho montando a su hembra por derecho: Qué excitante fue pensarlo en un instante, hasta que uno de los golpes fue contra mi cartera y lo entendí. No era más que otra estrategia de robo. ¿Dónde encontraré al osado que se atreva a seducirme con el cuerpo?



Es arriesgado escribir algo en lo que parece que validara la visión de los abusadores en los buses, lo sé. No es mi interés decir que las mujeres lo disfrutan ni que no es tan malo: simplemente es la historia de dos personajes y un desencuentro. Espero tus comentarios al respecto.