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CIGARRILLO



Voy a dejar el cigarrillo. Ya sé que lo he dicho muchas veces pero ésta sí va en serio. Mi decisión no está basada en lo que ocurrió, aunque debo aceptar que sí influye. Como sea, no fue mi culpa ni mi intención, no seré yo quien pague los platos rotos.

La reunión de Robin, la música reggae y todo el ambiente que se generó, las risas, los comentarios inteligentes que no se me ocurrieron en toda la noche, la gente burlándose de los que no estaban, el apartamento iluminado pobremente dando una idea de intimidad, demasiada intimidad, que junto al alcohol me hicieron pensar en no sé qué película de orgías o algo, o tal vez porque todos eran extranjeros y yo, el único nativo, me sentía como fuera de lugar.

Celebrábamos el embarazo de Robin, por lo que decidimos acompañarla durante todo ese tiempo sin fumar. Me distrajo de la conversación un gesto de la amiga de Robin, una tipa muy alta y de buen cuerpo aunque su cara estuviera por debajo del promedio, que se acariciaba de manera exagerada el pelo largo y castaño, terriblemente coqueta aunque no estuviera coqueteando conmigo. El ambiente o la tipa, o tal vez todo este tiempo sin tener sexo que me hace sentir como virgen otra vez, me iban sacando de casillas y cada vez me tenía más excitado, pensando en cómo pasar a ser el protagonista de la película que había recordado.

Cuando se acabó una canción, Robin fue a cambiar la música y el esposo de Robin se quedó como mirando a la nada, absorto en sus pensamientos. Era el momento de abordar a la amiga de Robin, cuyo nombre no recuerdo, pero no se me ocurría una frase inicial suficientemente buena. Eso es lo que siempre me pasa: me quedo atascado porque no encuentro una frase mágica y matadora, como si ahí radicara el secreto. He leído mucho acerca del tema y sé que en realidad no importa lo que se diga, total ni se va a recordar, desde que se logre causar la impresión de ser deseado por otras mujeres. Yo sentía que tenía todas las de perder así que traté de aferrarme a lo más seguro, preguntado cómo encontraba mi ciudad y qué tal le iba con el español. Parece que no eran temas de su interés aunque no estoy tan seguro porque hablaba a toda velocidad y yo sólo lograba entender una de cada cuatro palabras.

Hay una forma muy efectiva de saber cuándo le interesas a alguien (al menos para mí): fíjate cómo termina su interlocución. Si termina en una pregunta, puede ser cortesía pero lo más probable es que seguir conversando. La tipa no terminó en pregunta.

Al volver Robin empezó a contar una historia de otra de sus amigas del colegio, otra que todos conocían menos yo, por lo que todos los detalles me sonaban vagos e irrelevantes. La conversación se estaba animando, ellos se reían a carcajadas y yo trataba de sonreír ampliamente para que no notaran que estaba desconectado, que pensaba que era otra noche y otra mujer perdida en una larga lista que no hacía sino crecer exponencialmente. Hubo un momento de silencio. No sé si para buscar tema, seguir divirtiéndose o porque al fin se fijó en mí, Robin hizo un comentario sobre mis cejas, que había teñido de morado en un momento de estupidez existencial dos días antes (de esos momentos en los que uno se pregunta ¿y por qué no? Y por algún error interneuronal, no se le ocurre ninguna respuesta), comparándome con un personaje de las caricaturas que por fortuna nadie más recordó, mientras los demás me miraban extrañados intentando hacer comentarios entre divertidos y respetuosos, imagino, pero que de alguna manera me dejaron aún más arriba en la escala de los hombres menos deseados. Intenté defenderme de varias maneras, hablando de las cejas de los otros, burlándome de mí mismo, recordando episodios viejos con Robin, pero siempre volvían los comentarios de mi disfraz de payaso o sobre mi mal genio (que me ponía las cejas moradas).

Me puse muy nervioso y empecé a sudar, a pesar de la luz era muy fácil ver que estaba rojo, se disparó mi tic nervioso de en medio de las cejas y la gente me vio como un bicho raro. Robin intentó tranquilizarme pero la ansiedad se apoderó de mí y fui a encerrarme en mi cuarto. La sensación de abstinencia fue muy fuerte a pesar de que llevaba menos de cuatro horas de haber dejado de fumar, así que encendí un cigarrillo para bajarle tensión al momento.

Mi cuarto queda en el primer piso, debajo de la sala, así que el próximo papá no demoró en bajar a golpear mi puerta, pidiéndome que respetara nuestro acuerdo y que al menos saliera a fumar al balcón. Yo estaba ofuscado, la verdad estaba harto de que a ellos todo les saliera bien, y por mi cabeza pasaron todas las veces que tuve que poner música a todo volumen para evitar escuchar sus risas y gemidos sexuales. Lo mandé a realizarse un autoexamen de próstata porque no quería que me dijera lo que debía o no hacer en mi casa, en mi propio cuarto, pero la chapa de la puerta estaba dañada así que entró sin más, con su enorme cabeza calva y su estúpida sonrisa gringa enmarcada en su barba de tres días. Me dijo que me calmara, que él entendía que las cosas eran difíciles para mí, y tomó esa postura de padre comprensivo que me hizo salir de mi casa para no volver nunca más. Le di otra chupada al cigarrillo y le lancé el humo en la cara, diciéndole que no veía ningún problema. Me tomó del cuello de la camisa por detrás, de la misma forma en que se alzan los perros, mientras sujetaba mi brazo hacia la espalda. Yo intenté liberarme pero me sobrepasaba en fuerza y habilidad, así que sólo pude golpearlo un par de veces en la cara. La gente había bajado y me miraban, divertidos por el espectáculo y por mi impotencia. Con mi mano libre agarré un tenedor, aunque en realidad no tenía intenciones de herir a este idiota, pero no quería que todos siguieran creyendo que no podía defenderme. Sentí que alguien se abalanzó sobre mi mano así que luché con todas mis fuerzas por liberarme. No me di cuenta y sin querer le enterré el tenedor a Robin en el vientre. La amiga de Robin dejó de mirarme con cara de poca cosa. Sin embargo sigo pensando en dejar el cigarrillo.



Este es un cuento basado en personajes totalmente reales, fusionados para darle sencillez a la historia. El ambiente también fue tomado de la realidad, aunque el protagonista tiene una visión desarrollada por sí mismo. El objetivo es reflejar sus pensamientos a través de esa prosa cortada y auto-referente.