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BONDADOSA




Voy a empezar por ti. Tendrás este privilegio al haber sido tú la primera en quitar el tapón a la fuerza. Dejaré escurrir todos mis prejuicios y apreciaciones de tal forma que puedas también conocerme.

Hay un apestoso tufo en los comentarios que haces, con falsas emociones y validando todas las opiniones, que demuestra tu postura comercial en la rentable empresa que llamas “grupo de escritores”. Sin embargo se alcanza a notar que hubo un interés inicial en el mundo literario. Puedo imaginarme una niñita demasiado joven para brindar, sosteniendo una copa de celebración en una mano y un premio de novela en la otra: promesas de no llegar jamás a este punto.

Saltan a mi cara tus consejos de escritura, pruebas irrefutables de los límites de tu sapiencia y las experiencias que bondadosamente deseas regalarle al mundo. Son, en suma, un compendio de repeticiones tomadas de escritores reales, que dedicaron su vida a un oficio, una pasión, más que al negocio.

Tampoco puedo decir que no tengas habilidades de escritura, dado que tu prosa es altamente persuasiva para los lectores incautos que te reverencian como a un gurú. Pero, ¿alguna vez has tratado de seguir tus instrucciones? ¿haces los ejercicios que recomiendas? Te apuesto que los recuerdas en especial cuando infringes las normas que señalas generales. 

Y te admiro. Con naipes construiste un castillo, una fortaleza que se ha vuelto inexpugnable, a la que se enfrentan mis rabiosas palabras de hoy, llenas de envidia y egoísmo, pero llenas de verdad también, sin duda. Construyes con desdén a tus lectores/clientes, sin saber que ellos también son eso, pequeñas réplicas de ti, por lo que serás como la araña caníbal, carcomida por sus hijos desde adentro.




La intención fue trabajar la diatriba como herramienta narrativa, haciendo que fuera el único elemento para todo el relato. Aunque se tomó como base un personaje de la vida real, el contenido no refleja mi posición hacia ella.