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SUPERSTICIOSO VA POR LA CALLE

La latencia de las publicaciones en este blog ha decaído, es cierto. No por falta de ánimo ni voluntad, sino porque los cuentos no tienen la extensión que aquí buscamos. Ésta vez tenemos una excepción, que podría ser una solución en este caso.



Apuré el paso al escuchar las doce campanadas.

Aunque estaba solitaria, la calle se veía tenebrosa por la cantidad de luces amarillentas que la iluminaban.

Algunos perritos aullaban, se escuchó uno que otro familiar quejido, pero el bullicio humano sobresalía sin dar muestras de acallarse. Fue uno de esos días conocidos como Halloween.


Escuché unos pasos firmes que se acercaban por mi espalda y me estremecí. Vi que los huesos de mis manos temblaban fuera de los bolsillos como si sintiera frío. Por más que me apresuraba mi destino se acercaba cada vez más despacio.


A escasos diez metros del cementerio las articulaciones se me entumecieron, al comprender lo que ya sospechaba: Era ineludible e inminente. Iba a ser protagonista de uno de esos encuentros, cara a cara, con un vivo. Al sentir su tórrida mano en mi espalda, me giré lentamente.


El equilibrio entre lo que se dice y lo que se oculta en las historias es difícil de encontrar. ¿Qué dudas deberían ser resueltas en el texto? ¿Será mejor dejar más espacio a la imaginación (y poder de inferencia) del lector? Esperamos tus comentarios.